sábado, 10 de octubre de 2009


Hombres plenos.

Llevan horas de pausada pero ininterrumpida actividad. Hacen rodar las pesadas esferas por ese terreno cuidado y pulido como alfombra. El cuerpo esférico, con su homogeneidad y unicidad, es puro símbolo.
Cuando el jugador la sostiene en su mano con la palma abierta y el brazo extendido, más que la preparación para el bochazo inminente, parece el preámbulo de un espectáculo teatral o de una disquisición filosófica.
Ensimismamiento y silencio durante el tiro, todos mirando la trayectoria de la bocha. Puro comentario y pronóstico después.
Como si eso fuera parte del juego, de la destreza, del saber y del vencer.
Bullicio, desplazamiento de todos detrás de la esfera que rueda silenciosa y autónoma ahora.
Las lisas y rayadas tentando arrimarse al bochín.
Un sistema alrededor de ese sol que dirige y atrae. Y todos ellos, los sexagenarios y el Flaco, en el juego intencional a las bochas, con su carga de reglas y mediciones. Además, el juego oculto que ninguno de ellos tal vez reconozca: el de la memoria de los ritos.

1 comentario:

  1. Qué bueno es hacerse tiempo para jugar! No importa la edad. Las bochas de baquelita giran sobre la pista como la vida misma...

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Dulce tu comentario , Stella. Comparto la celebración por el reencuentro en esta nueva sintonía de las letras y el escribir.