sábado, 10 de octubre de 2009


En el cementerio nos llevábamos bien.

De niña, el cementerio fue para mí un lugar de paseo o excursión. Nunca lo asocié con sufrimiento. Tampoco pude vincular muerte con sufrimiento en esa etapa de la vida. (Sí, felizmente. Todo un privilegio).
El lugar donde estaban enterrados los muertos era para mí el lugar donde vivían los muertos. Aunque no los viera, ni se movieran, ni hablaran, todos ellos estaban allí. Llevar flores, poner agua fresca para esas flores que levábamos, me resultaba grato Y una actividad compartida en paz con mi madre.
Porque lo que allí hacíamos y hablábamos no provocaba la ira de mi madre.
Sus gritos y ojos saltones nunca aparecieron en las visitas al cementerio. Y yo niña, pensaba que el lugar nos hacía llevar bien. Ni el viento del río me molestaba cuando nos íbamos acercando al cementerio. Ya adentro, me gustaba el ruido de las casuarinas cimbreando flexibles, haciéndole el juego al sur soplador. Para hacer la visita, se esperaba que el día estuviera bueno, aunque irremediablemente ventoso. Con tiempo favorable, el éxito de la visita estaba asegurado.

Siempre llevándome de la mano, mi madre en monólogo o con intención de informarme (nunca lo supe), leía en voz alta los nombres de los familiares y amigos inscriptos en las tumbas. En el pueblo, todos los allí yacientes lo eran. Siempre supuse que elegía para nombrar a los más importantes por cercanos o bienqueridos.
.-“Acá está tío Luis. . . ¡Tan bueno con nosotros!”.-
.- “Allí está el marido de Carmen, mi prima.¡ ¡Qué joven murió Quique! . . .Pobre muchacho.”.-
Y mientras caminábamos, ella seguía en su acción de revistar. Yo me preparaba para ganarle en el avistamiento del lugar donde estaba mi bisabuela. Como era en lo alto, me obligaba a caminar un trecho con la cabeza levantada. Entonces, cuando lo encontraba, gritaba: .-“ Y aquí está abuelita Mariana”.-
Ganadora y ostentando mi exitoso aprendizaje, miraba sonriente a mi madre. Ella me devolvía una aprobadora mirada de maestra.
Parada obligada. Parada gustosa. Yo me acordaba de mi bisabuela; la había querido mucho. O mejor dicho, la quería mucho. Eso si se considera la indefinida frontera para mí respecto a los muertos-vivos del cementerio. Allí quedaban parte de las flores llevadas.

Reemprendíamos la marcha silenciosa, solamente acompañada por el ruido de nuestros pasos, por momentos irregulas a causa de algún salto mío. El murmullo de las casuarinas y el jolgorio de los pájaros, musicalizaban nuestra caminata.
Y constante, la voz de cicerone de mi madre ilustrando a ignorantes e invisibles visitantes .
Era asegurador para mí que nada cambiara de una visita a otra. No había sorpresas. Todos estaban en sus lugares, como debía ser. Y así, mi madre no se enojaba y nos llevábamos bien.
Llegadas al destino final y fundamental, la tumba de mi abuelo, mi madre reforzaba con su palabra, como si fuera indispensable.
.-“Llegamos.”.- Y agregaba enseguida: .-“Acá está la tumba de papá”.-
Tal vez, una confirmación tranquilizadora para ella.
Mientras cumplíamos el ritual de flores y agua, evocaba - como cada vez –las circunstancias en que murió su padre asesinado, cuando ella tenía trece años. No dejaba de referir los nombres de los enemigos políticos que lo mandaron matar. Ella se llamaba Blanca de nombre. Cruento su relato. Pero para mis oídos acostumbrados de niña no era más que el guión que acompañaba, dramáticamente y en letanía, la etapa final de la visita.
Para mí, nada más que otro cuento correspondiente a la visita al cementerio.

4 comentarios:

  1. Estupendo Edelma y conociendo la escenografia, al leer, me transporta al lugar y en el tiempo; lo veo y escucho como un video

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  2. Muy bien elegido el título.La historia muy vívida.

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  3. Qué bueno este cuento Edelma! deja entrever cierta tristeza de esa niña con respecto a su relación con su madre...

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  4. Astrid, sos muy perceptiva. Tibio, tibio. . . caliente , te quemaste!!! Gracias por tu comentario. Y que te mejores ; lástima no hayas podido ir a clase de hoy. Estuvo sabrosísima . . . y eso ,sin comer loto.

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Dulce tu comentario , Stella. Comparto la celebración por el reencuentro en esta nueva sintonía de las letras y el escribir.